jueves, 8 de noviembre de 2007

Cumbres y Costumbres

Pronto descubriremos que el genero no genera alianzas por si sola. Podrá facilitar el dialogo y la comunicación pero no necesariamente supone identificar o consensuar intereses comunes. La elección de Cristina Fernández en Argentina ha planteado la posibilidad de que la relación entre Chile y Argentina mejore o, incluso, se profundice. La verdad es nada de ello sucederá, pues los intereses argentinos –actuales y futuros- no son necesariamente complementarios con Chile y tampoco existe voluntad de abordar planes conjuntos, excepción hecha de crear una fuerza militar conjunta para operaciones de paz, las que aun espera la ratificación del Congreso argentino. Probablemente para el bicentenario tendremos otras actividades conjuntas, pero por el momento se mantendrán en acciones esporádicas y sin una real planificación de largo plazo y proyección común.

En síntesis, no somos socios estratégicos con Argentina ni con ningún otro país en América del Sur a pesar de tener diálogos estratégicos con Perú y Bolivia. Es que la realidad y dinámica democrática de cada país está en ritmos propios antes que preocupados de disponer de una voluntad política proclive a estimular alianzas bilaterales o regionales. De hecho, MERCOSUR se encuentra en un statu quo y no parece haber interés por reanimarlo con nuevos ímpetus. De hecho, si analizamos las relacionales regionales, veremos que, si bien existen, se carece de proyectos comunes de relevancia. Más aun, los proyectos de mayor horizonte involucran más bien a empresarios antes que a gobiernos. De hecho, las relaciones bi y multilaterales de Chile en la región se encuentran asociadas a intereses económicos y/o militares a través, en el último caso de la denominada diplomacia militar.

Sin darnos cuenta (o tal vez si), América del Sur ha regresado a las lógicas del siglo XX. Esto es, contundentes discursos cuyo contenido no logra llegar a la acción concreta ni menos sostenida en el tiempo. Ha sido la costumbre. De hecho los liderazgos políticos para lograr articulaciones y fines compartidos se encuentran más bien en los países que giran alrededor de Chávez más que en aquellos que han hecho de la democracia un cuasi-dogma discursivo. Al efecto, nótese que las coincidencias en la región son notables, por una parte, en casi todos los países la oposición esta dividida si es que no fragmentada, los partidos de gobiernos se declaran autónomos, los gobiernos tienen ingentes problemas para sacar adelante las leyes en el Congreso y los partidos cada día se deprecian frente a la opinión pública.

Si lo anterior fuese poco, tenemos aquellos países que buscan salir de sus crisis y además fortalecer el Estado mediante reformas constitucionales como mecanismos prácticos para superar conflictos. El resultado, está a la vista, no han logrado generar plataformas sólidas que permitan dicho cambio. Claro está, ello parte del supuesto que la sociedad cambia por el simple expediente de una reforma constitucional, cuando en verdad la reforma resulta ser el artilugio que posibilita manejar los conflictos internos y mostrar, al menos inicialmente, una mayoría de apoyo que no coincide normalmente con lo logrado en las urnas. Es decir, se logra una cohesión para evitar un supuesto conflicto que en realidad denota la falta de propuestas concretas para la ciudadanía. Sobre el particular, no debe pasar desapercibido que el tema poco a poco se acerca a la agenda política de Chile.

Como decíamos, las costumbres del siglo XX no se han perdido, solo estaban de vacaciones. Uno de los casos, donde la reforma se realiza como parte de una estrategia en virtud de la concentración de poder, tiene como requisito la anulación de la oposición. De esta forma el bicentenario nos encontrara en una ficción de futuro mientras disfrutamos de las costumbres del pasado.

En este escenario Chile es anfitrión de la Cumbre Iberoamericana donde se espera que las 21 reuniones realizadas desde enero a la fecha logren acuerdos y avances sustantivos en áreas como reforma del Estado, salud, vivienda, seguridad social, cooperación, genero, cultura, educación, gobiernos locales, turismo y relaciones exteriores. Son 22 países incluidos tres europeos quienes firmaran al menos dos acuerdos importantes. Por un lado, está la portabilidad de los fondos de pensiones de manera que se reconozca y se facilite el traslado de los fondos previsionales ahorrados en cada país hasta el país de jubilación; y, por otro, el compromisos de que los países con mayor crecimiento y desarrollo cooperen con los que tiene menos.

El tema de fondo es que estos acuerdos deben contar con la aprobación en el Congreso de cada país. No requiere un mayor análisis concluir que si la oposición esta fragmentada y los partidos de gobierno no se alinean tras el Ejecutivo, por nombrar solo dos, la posibilidad de que lo se apruebe y se pueda implementar posteriormente, es simplemente remota.

En otra perspectiva, si hay países que avalan y asisten a una cumbre alternativa resulta evidente de que la legitimidad y la calidad de imperativo de los compromisos pierde legitimidad y posibilidad de concretarse en el futuro cercano. Tal vez hubiese sido preferible aprobar un tratado marco de portabilidad de la seguridad social, por ejemplo, para que los países lo negocien bilateralmente, logrando con ello viabilidad política a una iniciativa de suyo más que relevante y necesaria.

Adicionalmente, los acuerdos a alcanzar suponen ciertas condiciones de gobernabilidad y solidez institucional que no solo posibilite su aprobación legislativa, sino que asegure el efectivo traslado de los dineros bajo formulas de indexación que impidan la desvalorización de los fondos en virtud de la situación interna de cada país en el plano económico – financiero.

Pero ya es costumbre histórica firmar acuerdos políticos que finalmente no logran su implementación.

En definitiva, el panorama político en América Latina no resulta auspicioso para sostener la ambiciosa agenda de la XVII Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno. Lamentablemente, y a pesar de las buenas intenciones y el esfuerzo desplegado por los países para dar contenido a las agendas, resulta difícil imaginarse resultados concretos en temas sociales cuando la eficiencia del Estado y gobierno es directamente cuestionada al interior de varios países y donde además no existe una legislación adecuada para ello. Al respecto, solo cabe mencionar que la Unión Europea ha avanzado sustantivamente en este ámbito, en virtud de haber establecido condiciones políticas, democráticas y económicas compartidas y aceptadas por cada uno de los miembros, que resulta no ser el caso de los 22 países concurrentes. Considerando que ya vamos en la XVII Cumbre resulta difícil no pensar que ya es una costumbre.

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