El Gobierno enfrenta en estos meses su prueba política de mayor envergadura, como es de lograra alienar a los parlamentarios de la concertación en las votaciones del Congreso. La aprobación de los fondos adicionales para el transantiago se transformó, sin querer, en la oportunidad para demostrar las capacidades de convencimiento y negociación del gobierno. Si bien esta muestra constituye un avance sustantivo para el Ejecutivo, los desafíos siguientes se transforman en las verdaderas pruebas para dar viabilidad a la Concertación en la próxima elección municipal y, particularmente, en las parlamentarias y presidencial.
Al efecto, si el gobierno no logra utilizar adecuadamente la mayoría que tiene en el Congreso, difícilmente podrá entregar una plataforma de apoyo ciudadano a los partidos de la Concertación. Dicho de otra forma, mientras mas deficiencias y/o errores cometa el gobierno, el costo político será pagado por los candidatos de la Concertación quienes tendrán que hacer esfuerzos adicionales para lograr consolidar su votación. En este sentido, el transantiago tiene la característica de emblemático en la medida que su no implementación afecta uno de los puntos de mayor valoración ciudadana como es la dignidad humana. No se trata tanto de su no funcionamiento, que al final es la consecuencia de una seguidilla de errores y desaciertos y que pueden ser fácilmente olvidados si finalmente se logra un razonable servicio de transporte. En términos políticos y electorales el punto está en que no se olvida fácilmente aquello que afecta lo más preciado del ser humano como es la dignidad.
Por otra parte, la definición gubernamental de plantearse objetivos limitados al periodo de gobierno, deja a los partidos de la Concertación en un punto complejo. En un sentido, el debate interno respecto a sus propuestas ideológicas debe mantener un equilibrio entre las distintas tendencias y/o personalismos existentes al interior de cada partido, pero, a su vez no puede dejar de apoyar al gobierno para mantener probabilidades optimistas de mantener o aumentar el respaldo electoral. En otro sentido, los partidos de la Concertación aumentan su capacidad de chantaje al gobierno en la medida que éste precisa de su respaldo para completar su agenda programática, con lo cual el espacio de exigencia para una intervención electoral directa o indirecta aumenta considerablemente y de manera prematura.
En esta perspectiva, los escenarios electorales de la Concertación están directamente vinculados a los éxitos legislativos del gobierno y al control que logren de los parlamentarios díscolos en la Concertación. Ello implica, entre otras cosas, que el debate artificial respecto a los presidenciables carece de sentido si no existen consensos ideológicos y programáticos que hagan converger las posiciones personalistas e ideológicas de los partidos. De esta forma, la elección municipal se transforma no solo en una medición de fuerza sino que en un punto de inflexión respecto a la viabilidad de la Concertación como articulador de una propuesta conjunta.
Si cada partido condiciona el apoyo legislativo al gobierno privilegiando un respaldo electoral de origen gubernamental, resultará inevitable que cada partido evalúe positivamente un camino propio en la presidencial y un acuerdo táctico e instrumental en las parlamentarias. En este sentido, la sola posibilidad de que la Concertación se enfrente a una pérdida del poder generará una visión sesgada de la realidad política y con ello se abre la posibilidad de que emerjan conflictos artificiales que terminaran afectando el programa gubernamental y la evaluación positiva a la que aspira la Presidenta Bachelet.
La alineación parlamentaria de la Concertación más que una demostración de disciplina partidaria orientada a apoyar al gobierno, se ha transformado en una prueba de viabilidad ideológica de la Concertación con un definido efecto electoral. Más aún, esa disciplina ni siquiera es una expresión de fuerza frente a la Alianza por el simple hecho de que no tiene la mayoría en el Congreso.
Por su parte, la Alianza en su rol de oposición, aprovecha la debilidad de cohesión de la Concertación para obtener dividendos políticos que le permiten mantener sin competencia un abanderado presidencial a sabiendas que los resultados de la elección municipal definirán la posibilidad real de que éste se mantenga hasta la presidencial del 2009. Sin embargo, ello no significa que su probabilidades de aumento de votación se vayan a cumplir automáticamente.
En este esquema, el panorama de la Alianza no parece estar predestinado desde ya a un triunfo electoral consecutivo en las municipales, parlamentarias y presidenciales. Si bien, los niveles de conflicto han disminuido de manera considerable y se plantea de manera más coherente en su rol de crítica al gobierno, incluso con atisbos propositivos relevantes, ello no significa que los conflictos intralianza estén definitivamente superados ni que su imagen de capacidad de gobernar haya mejorado sustantivamente frente a la ciudadanía.
Estos meses se constituyen, entonces, en un periodo de adaptación forzada para los partidos tanto de la Concertación como de la Alianza, cuyo objetivo debiera ir en torno a viabilizar una plataforma programática y electoral que sea coherente y creíble respecto a las expectativas ciudadanas y especialmente, al interior de cada uno de ellos. Un factor fundamental en todo ello, se centrará en la capacidad de re-encantar a un sector de votantes que se siente no representado en la actualidad y que empieza a mirar el panorama político con claves distintas a las que los partidos están utilizando en sus luchas internas.
En definitiva, la dependencia que los partidos de la Concertación tienen del éxito –aunque sea relativo- del gobierno resultará ser fundamental en sus perspectivas electorales. Sin embargo, ellas tendrán mejor pronóstico en la medida que las alineaciones internas sean algo más que movimientos tácticos, ya que la posibilidad de crecimiento en votos de la Concertación se ubica más bien hacia la izquierda antes que al centro. Es un dato que le centro político se ha alejado de la Concertación, mientras que la Alianza aún no logra constituirse en la alternativa para dicho sector. Lo concreto es que en las actuales circunstancias, la mejor posibilidad de obtener resultados electorales positivos la tiene la Alianza, aun cuando no pueda asegurar una victoria por adelantado.
Al final, esta etapa deja de manifiesto que los movimientos de los partidos se orientan exactamente a mantener o conseguir mayor espacio para lograr el poder, no habiendo una mirada estratégica que oriente el debate ni las votaciones. Solamente, se orienta en torno a como lograr las disciplina partidaria en las votaciones y al logro de triunfos legislativos mas que posicionamientos estratégicos en los temas - país.
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