jueves, 3 de mayo de 2007

¿Democracia de la exclusión o democracia de las ideas?

Resulta notable observar que cada vez que se quiere hablar acerca del futuro de nuestro país inevitablemente la conversación llega a plantear quienes pueden ser los candidatos presidenciales. A tal punto resulta esta suerte de obsesión que se busca con auténtica desesperación candidatos, ya sean asociados a algún partido político, a movimientos emergentes (también llamados referentes) o a un personalismo cercano al populismo.

En este contexto, las hipótesis ciudadanas respecto al costo político que ha acumulado la Concertación y el impacto que tenga un buen o mal gobierno de Michelle Bachelet, suelen abundar en los ambientes informados, y también mal informados. Al efecto, de todo ello depende la viabilidad de los candidatos, mientras los primeros tienen palco reservado para ver e identificar las movidas políticas de distintos sectores, los segundos aportan una percepción de crisis claramente inexistente.

Al final, la visión del futuro del país parece ligada indisolublemente a un reduccionismo que empieza y termina en un nombre de algún personaje con ciertas capacidades aparentes de transformarse en el guía político que abra el camino hacia un horizonte desconocido. Por lo pronto, este horizonte se sitúa en el 2010 asociado a la resolución de un problema evidente: si habrá un quinto gobierno de la Concertación o la Alianza irrumpirá para mostrar sus escondidas capacidades o, en su defecto, emergerá un personaje no partidista que concentrará el desencanto de la ciudadanía.

Sin embargo, hay quienes pensamos que el futuro se construye a partir de ideas, debates, planteamientos acerca de temas evidentes como la pobreza, la desigualdad social, la distribución del ingreso, las condiciones del desarrollo, el impacto de nuestra inserción internacional, la calidad de la educación mirada desde el futuro hacia el presente, la protección social mas allá del ponerse al día en lo que nos falta, sino que asegure una plataforma creíble para nuestros descendientes o con temas mas complejos, como la estrategia energética del país y su inserción regional, las políticas y acciones concretas de innovación tecnológica con horizontes de 50 años, la estrategia de protección y preservación de nuestros recursos naturales (minero, forestal y pesca) y los escenarios vecinales conforme los intereses nacionales en perspectiva comparada de 20 años más, entre muchos otros temas.

La simplificación de la política normalmente asociada a un proceso creciente de personalización conlleva una debilidad democrática que pronto se manifiesta en problemas de gobernabilidad, por la sencilla razón de que las expectativas ciudadanas se frustran frente a la ineficiencia o falta de oportunidad de las respuestas.

Si se quiere debatir de temas e ideas, quien debe colocarlas en la agenda es la elite y el gobierno. Hoy en día las ideas y temas que se discuten son aquellos destinados a defender el accionar gubernamental o establecer hipótesis respecto a los próximos comicios o respecto a la coyuntura legislativa o respecto al diagnóstico de la situación política.

En síntesis, nuestro ejercicio democrático y por ende político no sólo es insuficiente sino que carente de las ideas necesarias para construir el futuro. Dicho de otra manera, estamos tan enfrascados en la mitad media llena del vaso que olvidamos que el nutriente democrático básico es definir el vaso a partir de lo que falta y no de lo que ya tiene. Definiendo lo que falta las demás debilidades políticas –candidatos incluidos- caen por su propio peso.

Algunas voces, entre ellas la del Presidente del Senado, osaron plantear la necesidad de un pacto social. Ese acuerdo entre partidos, gobiernos, empresarios y trabajadores orientado a diseñar un juego ganar-ganar en el mediano plazo como plataforma mínima para sustentar no solo el crecimiento sino que el desarrollo del país. Obviamente no logró sobrevivir en la agenda. Sin embargo, sí sobrevive debates acerca del pasado versus el comportamiento político presente.

Todo ello nos deja en el incomodo escenario limitado por las encuestas y la evaluación de los presidenciables y la mejoría o deterioro del apoyo a la Presidenta y su gobierno. Las ideas y estrategias quedan fuera de este marco de referencia. Mientras tanto la exclusión y descalificación entran a protagonizar una lógica perversa que algunos medios confunden con debate de ideas políticas.

En este orden de ideas, no basta con tener una agenda clara respecto a lo que falta a partir de un diagnóstico país si no se tiene a la vez, una propuesta de futuro que implique algo mas que palabras sin mayor contenido que el peso de su retórica y no esté asociado a cosas concretas perceptibles por el ciudadano. A su vez, resulta complejo construir agenda de futuro cuando las ideas para ello no están y los medios de comunicación se ocultan en su afán informativo de la coyuntura en la idea de construir un día a día confrontacional, sin dejar salida o alternativa a quienes esperan una democracia con espacios de debate y creatividad suficientes para integrar propuestas e ideas innovadoras sin excluir al otro.

La oportunidad de una democracia emergente como la chilena está en su capacidad de generar ideas y propuestas junto a los mecanismos adecuados para obtener el consenso una vez que las ideas se han debatido. Los técnicos, los economistas y los expertos, entre otros, no pueden definir una solución a un problema concreto sin antes se les defina el objetivo político de largo o mediano plazo que se persigue. Es justamente en esto último donde se da el intercambio de ideas. Es justamente en ello donde se percibe la existencia de una estrategia.

Entre paréntesis y a modo de corolario. Los Think Tanks no sólo aportan a la discusión coyuntural de tipo legislativo o partidista, sino que a esta altura estarían cerrando la edición del o los libros que darían cuenta de las prioridades del próximo gobierno y del subsiguiente mediante la identificación de tendencias y el análisis de los temas emergentes. Recién allí podríamos hablar de la existencia de un Think Tank (Tanque de Pensamiento).

Al respecto, una pregunta podría ser: ¿Si Chile quiere ser desarrollado el 2020, qué decisiones deben tomarse durante el 2007?

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