jueves, 13 de septiembre de 2007

La seducción del poder

Uno de los autores más citado en el ambiente político cuando se trata de hablar de poder es, sin duda, Maquiavelo, pues lejos de plantear una visión filosófica o simplemente teórica su interés de desarrolla por describir cómo se debe acceder al poder y, en especial, como mantenerse en él pero desde la realidad. En otras palabras un Manual de Empoderamiento para el gobernante.

Se debe tener presente la época en que él escribe, donde la convulsión en Europa está marcando las condiciones para el surgimiento del Estado Moderno y su planteamiento no resultaba cómodo en el ambiente de pugna de poder que libraba la Iglesia con el naciente Estado o mejor dicho la curia con la nobleza, sin dejar de mencionar la irrupción de nuevos ciudadanos que si bien tenían algún grado de educación no necesariamente eran propietarios, aspecto fundamental para la época en virtud de los derechos políticos implícitos con ello.

Su frase para el bronce, pues ha sido la que ha quedado instalada es justamente una que no escribió: “el fin justifica los medios”, la cual se le achaca en el marco del ambiente de crítica que despertaba su pensamiento. Si bien Maquiavelo prioriza los objetivos y coloca los medios como instrumentos de la acción política, planeta limitaciones a dichos objetivos. Es decir, los medios no están disponibles para cualquier objetivo sino que sólo para aquellos que expresamente generen bienestar , felicidad o paz a la sociedad, lo cual dista bastante de esa suerte de hipocresía asociada al abuso de poder que deja entrever una frase que, como señalamos, no escribió Maquiavelo.

Entre los elementos que Maquiavelo destaca para que el príncipe gobierne y se mantenga en el poder, es menester que conozca de historia de manera de no repetir los errores del pasado y ganar de esa experiencia, asimismo señala la necesidad de que la Príncipe esté bien asesorado incluso por sus adversarios, de manera de tener siempre una visión amplia y objetiva, aparte de tener a sus adversarios cerca de él. El príncipe debe saber lo que quiere y cultivar la templaza y la fortaleza, pero sobretodo debe manejar la fortuna, es decir saber como enfrentar la sorpresas o como reaccionar frente al azar. En suma, y respecto de esto último, Maquievelo advierte la necesidad de anticiparse a los obstáculos y los ataques como también advierte de que asociado a cada problema hay una oportunidad de acción que el Príncipe no puede desaprovechar.

En este manual, Maquiavelo describe la conducta y comportamiento de quien esta en el poder y le aconseja para potenciar justamente sus características personales a partir de lo que espera la sociedad de quien debe tomar las decisiones. Así, recomienda que el Príncipe sea sagaz y audaz, pero también debe saber gruñir y enojarse. Sin embargo, todas esas características tienen una condición básica: contar con el apoyo popular y satisfacer las demandas y expectativas de la población.

En suma, el poder político debe ejercitarse para satisfacer a una comunidad que requiere ser interpretada y entendida por el Príncipe. Si, por el contrario, el Príncipe sólo se preocupa de mantenerse en el poder o de conseguir mas poder perdiendo la conexión con la realidad, sus enemigos y adversarios lo festinaran permanentemente.

Todo lo anterior es para establecer un tema que es propio de las sociedades y que contribuye a sus fracasos o desarrollos, como es la tendencia a la concentración de poder o a asumir que el sólo hecho de acceder y tener poder entrega capacidades extraordinarias para conocer las necesidades de la sociedad sin necesidad de vincularse directamente con ellas.

Por momentos, si observamos la realidad de nuestra democracia resulta perfectamente evidente de que hay quienes luchan por el poder y combaten denodadamente por mantenerse en él, no importando si su labor tiene finalmente una conexión con la realidad. Ello suele ser mas frecuente al momento en que se preparan periodos eleccionarios y donde los que piensan en su reelección se plantean como ganan la competencia interna y finalmente logran mejores condiciones políticas para su triunfo.

Si bien, los planteamientos de Maquiavelo aceptan una variedad de interpretaciones, no cabe duda el punto central se refiere a la necesidad de que la obtención y la mantención del poder supone una sintonía fina con el pueblo o la sociedad. Si ello no sucede, no habrá “Razón de Estado” que salve al príncipe de su fracaso.

En Chile las encuestas ya marcan sobre un 50% de individuos que no se sienten identificados con ningún partido político. Asimismo, no se puede olvidar que los que no están inscritos se acercan a los tres millones de personas. ¿No parecería lógico que este fuese un problema central del debate político? ¿Por qué no lo es?

Una posibilidad de respuesta –y que en términos personales es la de mayor probabilidad- es justamente lo que hemos denominado la seducción del poder. Al efecto, hay quienes hacen gala de su modestia y humildad al momento de ser candidatos e incluso declaran hidalgamente de que ellos no están interesados pero lo podrían considerar. Una vez electos o bien designados en un cargo que tenga poder, esto es que posea información relevante o maneje recursos económicos importantes, se transforman en unos divos (as) inalcanzables y sumidos en un manto de soberbia acompañado de una extraña cualidad que les acerca al conocimiento pleno de toda área y conectados directamente, sin intermediarios, con el Ser Superior. Son justamente éstos, quienes reniegan de la realidad y prefieren interpretarla directamente pero sin conocerla, sino ¿de qué otra manera se podría argumentar acerca de que no exista preocupación por la apatía y la desafección democrática que sufre nuestro país?

En este contexto, se puede plantear que a mayor apatía, distancia, desafección o como usted desee llamarle, significa que los instrumentos democráticos de participación y representación así como los de distribución de poder, los de peso y contrapeso y los de resolución de conflictos no están cumpliendo su función o simplemente han sido desmantelados.

La democracia necesita ciudadanía. La democracia funciona en virtud de una ciudadanía comprometida y considerada. Al revés, la elite ya sea considerad en su acepción amplia o restringida (oligarquía) no constituye por si sola democracia ni tampoco logra legitimidad. Parafraseando a Lord Byron eminente político liberal del siglo XVII podríamos señalar que el poder seduce en el servicio de la ciudadanía pero si seduce en el beneficio propio, seduce absolutamente.

No nos cabe duda que si Maquiavelo se hubiese enfrentado, en su época, a un debate de género, su sentido práctico y realista le hubiese sugerido que su libro se titulase Príncipes y Princesas, y no sería un cuento.

No hay comentarios: