Durante julio normalmente se conoce la encuesta CEP, la cual es considerada, en virtud de su metodología, historia y permanencia en el tiempo, una de las encuestas que permite un mejor análisis de la situación política y económica del país en un determinado momento del año y compararla con series de tiempo. Entre los datos relevantes, plantea la percepción existente respecto al gobierno, la política y los políticos con mayor proyección, aún cuando el listado de éstos es definido por los autores de la encuesta. Un dato no menor es que es la única encuenta de estas características que permite “mirar” su muestra y analizar su aplicación metodológica. Normalmente, cada entrega de la encuesta incorpora un o mas temas en especial para auscultar en la opinión pública.
Por lo anterior, tanto el gobierno como los actores políticos se preocupan durante junio de mantener una cierta visibilidad mediática respecto a temas “candentes” o que aparecen en la agenda y que tiene como elemento común el impacto en la ciudadanía y/o en la opinión pública.
En esta perspectiva, una de las cuestiones que aparece como obvia es saber si las otras encuestas –que utilizan metodologías distintas- marcan una tendencia a la baja en su apoyo al Gobierno, avanzan hacia una creciente baja en Santiago. Algo similar pasará con la percepción acerca de la economía nacional y otros temas transversales pero con suficiente intensidad para afectar en entorno inmediato.
Es evidente de que el gobierno intenta consolidar una imagen que sea percibida como cercana, creíble, eficiente y cumplidora de sus compromisos programáticos. Por su parte, los partidos no esperan grandes sorpresas respecto al grado de adhesión que se mantiene relativamente estable no obstante aquellos que declaran no adherir a ningún partido se empinan sobre el 40%. Quienes más se preocupan por los resultados –aparte del gobierno claro está- son los actores políticos y especialmente aquellos que tienen interés en proyectarse como candidatos presidenciales.
En este escenario, los temas de pobreza, seguridad ciudadana, transantiago, educación y otros se erigen como los aspectos centrales donde el gobierno será evaluado. Por ello, es natural que se ocupe de presentar la mejor imagen posible mediante anuncios o acciones que puedan ser consideradas como positiva por los entrevistados. Aún así, la probabilidad de que pueda remontar de manera clara se considera mínima o inexistente. A efecto y tal cual señaláramos en una columna anterior, es bastante improbable que Michelle Bachelet baje del 40% habida consideración de su calidez y carisma frente a un grupo significativo de la población.
Por ello, no debe extrañar la cantidad de anuncios gubernamentales o los viajes a zonas que habían sido postergadas en virtud del ambiente de critica y conflicto a la Presidenta. Asimismo, cada cual de los actores ha desplegado su mejor esfuerzo para destacarse en su accionar con el fin de aparecer como elegible dentro de la encuesta.
De esta manera la encuesta se transforma, en mayor o menor medida, en un articulador de la agenda política que define decisiones y marca tendencias respecto al comportamiento gubernamental. En otras palabras, se busca generar impactos que aparezcan reflejados en las encuesta, de manera directa o indirecta.
Sin darnos cuenta estos instrumentos señalan la línea a seguir en las relaciones vecinales, en los casos judiciales, en la seguridad ciudadana, las relaciones vecinales y varios otros, dejando establecido verdaderas banderas en temas que resaltan en virtud de su impacto y no necesariamente en virtud de su relevancia estratégica o prioridad gubernamental.
En este contexto, tenemos que, cada cierto tiempo, todo el sistema político se juege por su impacto en la agenda antes de por sus resultados. No deja de ser paradigmático, en cierto sentido, el contraste entre el grado de adhesión a Lagos cuando deja la presidencia, su consideración como eventual candidato y la pifia recibida en un seminario de la Universidad de Chile, dan cuenta de lo que deseamos establecer: el impacto que producen determinados hechos y que se recogen en las encuestas no resultan en impactos permanentes sino que empiezan y terminan en un breve espacio de tiempo.
Por otra parte, el gobierno entra a un segundo semestre complejo en sus negociación legislativa que pondrá en duda su capacidad de negociación y anticipación. En esta perspectiva, la evaluación mediante encuestas para establecer el grado de sintonía con la ciudadanía se puede transformar en su espada de Damocles en la medida que la opinión pública espera conducción clara y consistente y no vinculada a este tipo de estudios.
En la medida que las encuestas se transforman en el principal insumo para decisiones políticas se cae justamente en un efecto perverso, como es el hecho de que dan cuenta de una realidad que solo representa un momento específico sin incorporar la idea de continuidad temporal. No se puede dejar de lado que fue a través de encuestas que se posicionó la candidatura presidencial de la hoy día Presidenta Bachelet.
Temas como los medioambientales, derechos humanos y energía entre otros, resultan ser favoritos para utilizar estudios de opinión que entreguen luces acerca del humor de la opinión pública.
Si bien es cierto, el gobierno y con ello la Presidencia por supuesto, está empeñada en ganar espacio y tiempo con decisiones orientadas a recuperar el tiempo perdido en los últimos 12 meses a raíz de conflictos impensados, a sabiendas de que el tiempo de mantener la iniciativa de negociación tiende a disminuir y hacer mas dificultoso evitar el chantaje impuesto con el Transantiago por algunos senadores y diputados.
La actividad política necesita de transparencia en los procesos tanto como de una acción estratégica en las decisiones. Para ninguna de las dos, las encuestas es un insumo prioritario, no obstante debe existir porque coopera a disminuir la incertidumbre. Cuando al encuesta se utiliza dentro de un lineamiento y decisiones estratégicas, genera un momento de conducción poderosa para los CAMBIOS FUTUROS.
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