jueves, 5 de abril de 2007

Decálogo de la degradación democrática

"La actividad política y especialmente democrática, entra en un proceso de degradación donde cada actor juega en virtud de sus particulares intereses" "La democracia se degrada al momento en que la confianza y amistad cívica se transforma en un acto instrumental que sólo se muestra cuando hay beneficio mediático" "La construcción de una sociedad desarrollada, exige un funcionamiento democrático que debe ser conducido y respetado por todos"
El primer aniversario del gobierno de Michelle Bachelet no ha resultado ser auspicioso, ya sea por la persistencia de errores de coordinación, falta de prolijidad o capacidad para generar decisiones adecuadas, en lo nacional e internacional, considerando tanto el contexto político, las expectativas ciudadanas como el mero sentido común. A ello, se agrega el impacto que tiene en la Región Metropolitana, en forma directa los problemas del Transantiago, que a su vez impactan negativamente en regiones al exigir dedicación preferente de ministros y subsecretarios, retrasando decisiones relevantes para las demás regiones del país. Si a ello se suma, la tendencia a la baja en las proyecciones económicas para el presente año y el impacto relativo del tercer paquete de medidas económicas anunciadas por el Ministro de Hacienda, el escenario político ingresa a una suerte de statu-quo, cuya expresión consolidada se traduce en una pérdida de confianza entre los distintos actores, lo que conlleva la percepción de un gobierno que termina pronto y para lo cual hay que preparar el próximo.
Por otra parte, no se puede desconocer que el país mantiene un avance pausado con una preocupación preferente del gobierno por avanzar en su programa, fortaleciendo y, en algunos casos, blindando a los personeros políticos del gobierno, lo que se expresa en una permanente autorreferencia y en una suerte de capacidad única para asegurar, que mantiene un contacto directo con la ciudadanía, mientras variadas decisiones se toman justamente desconociendo tal aspecto. Bajo esta fórmula, las críticas se consideran como un permanente despropósito respecto de los objetivos gubernamentales que lo llevan al autoaislamiento.
En este contexto, la actividad política y especialmente democrática, entra en un proceso de degradación donde cada actor juega en virtud de sus particulares intereses, dejando de lado el diálogo, la negociación y la inclusión del otro en la construcción de un proyecto de sociedad. El efecto percibido, es que al gobierno pareciera sólo importarle terminar cuanto antes su período, mientras que el resto se empecina en una carrera –por momentos desenfrenada- para tener la mejor posibilidad de acceder al poder el 2010. Sin duda, la falencia de una estructura de pensamiento que de cuenta de un modelo de sociedad con variables y elementos diferenciadores entre cada uno de los cada vez mas oferentes, termina siendo una cuestión que afecta toda la institucionalidad democrática. Al final de cuentas, se debate sobre individuos, liderazgos y problemas, pero no sobre ideas. Al efecto, la primera degradación de un sistema democrático se expresa en la ausencia de ideas en los debates, considerando que para ello debe existir una cierta conducción en la propuesta de temas.
En referencia a ello, veamos dos ejemplos. El primero, es el ejercicio de seudo participación democrática que se produce con ocasión de la protesta de los pingüinos y que da paso a una novedosa fórmula de resolución de conflicto político: la formación de comisiones. Lo relevante, es que dicha comisión se construye fuera de la institucionalidad democrática y genera expectativas que obviamente la superan, lo que se demuestra al ya estar en el mes de marzo y no tener el resultado del procesamiento institucional (léase elaboración de ley) que se pueda presentar al congreso, donde la negociación política constituye un obstáculo no sorteado y una variable fundamental para asegurar avances concretos en las propuestas de reforma. La democracia exige que la superación de conflictos se haga dentro de su institucionalidad, de lo contrario, se quiera o no aceptar, se está degradando el sistema democrático.
Así, veremos un debate personalizado en el congreso donde cada parlamentario expresará su parecer en una suerte de competencia por aportar o simplemente figurar. El segundo ejemplo, sin duda, es el Transantiago, cuyo estudio y planificación se hace a partir de un modelamiento de base teórica que se contrasta parcialmente con la realidad mediante datos de una encuesta. Al final, los resultados están a la vista y dentro de su rediseño se ha debido hacer uso de la institucionalidad, esto es convocar a municipios, empresas, vecinos y otros entes, con el fin de obtener un plan de emergencia frente a un proyecto fracasado.
La construcción de una sociedad desarrollada, como pareciera ser el objetivo por todos compartido, exige un funcionamiento democrático que debe ser conducido y, además, respetado por todos los actores involucrados. Cuando ello no existe, la tendencia natural es la de concentrarse en las cuotas de poder del momento y en objetivos de corto plazo, cayendo en un abuso creciente del clientelismo o el nepotismo. Adicionalmente, un síntoma inequívoco es la percepción de que no hay un solo gobierno, sino que dentro de éste compiten varios grupos que se esconden en el propio gobierno al cual dicen servir. Un gobierno dividido internamente, es una señal de degradación democrática. Como corolario a la falta de conducción política, se debe señalar que normalmente quienes mayor beneficio obtienen son justamente aquellos acostumbrados a manejar riesgos y tomar decisiones: los empresarios.
Otro aspecto a considerar en la degradación de un sistema democrático, es sin duda la falta de diálogo institucionalizado. Cuando la relación entre los distintos actores se realiza (ni siquiera se podría decir que se desarrolla) a través de los medios de comunicación, la tentación de ser francotirador político para lograr preeminencia y atención de la ciudadanía o la autoridad, se convierte en una pandemia. Los ejemplos del gobierno están a la vista.
En el caso de la oposición, su crítica es parte de las oportunidades surgidas de los errores del gobierno, pero cuando se trata de propuestas, nos daremos cuenta que éstas se plantean como ideas pero prácticamente ninguna se materializa, pues quedan atrapadas en el polígono mediático de una mal entendida participación democrática.
Finalmente, la democracia se degrada al momento en que la confianza y amistad cívica, como enseña la filosofía política, se transforma en un acto instrumental que sólo se muestra cuando de ello se obtiene un beneficio mediático. En tal caso, la erosión provocada en la credibilidad hacia el sistema y en quienes le dan legitimidad, resulta ser creciente.
Toda actividad política exige, al menos, un interlocutor y para que funcione se necesita reconocer un espacio común. Obviamente, no hay diálogo creíble si se realiza desde trincheras.
Como todo proceso político, éste no se detiene por el sólo hecho de generar una cierta capacidad de autocrítica. Al momento en que tal degradación se percibe como real, se puede tener la certeza de que el poder democrático institucionalizado ha perdido potestad y en consecuencia, los procesos sociales y económicos que debieran estar bajo tal conducción u orientación, pasan a desagregarse y conducirse de manera compartimentalizada, bajo una lógica de mero beneficio individual.
La democracia del siglo XXI tiene elementos distintivos a lo que era en el siglo XX.
En este último, los modelos de sociedad estaban definidos y predeterminados. Los del siglo XXI están en permanente construcción. Si el sistema democrático se degrada en virtud de las carencias de sus actores, sin duda la sociedad a la cual avanzamos, no se ubica en este siglo. Pensar o plantear que cuatro años no tienen mayor incidencia en el tiempo largo de la democracia, constituye un error complejo que lejos de asegurar la estabilidad política o la tranquilidad social, abre espacios para conflictos políticos de naturaleza completamente distintas a los de clases ya conocidas en el pasado.

Publicado en El Periodista: http://www.elperiodista.cl/newtenberg/1892/article-76686.html

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